La vigésimo segunda Conferencia de Partes sobre el cambio climático tendrá lugar el próximo mes de noviembre en Marrakech, Marruecos. Se centrará en gran medida en la cuestión del financiamiento y la elección de las estrategias de adaptación a los estragos que causará el fenómeno de aquí en adelante. Lo que está en juego es crucial. Aunque hasta el momento, los responsables del mundo entero han respondido muy poco o muy mal.
Las comunidades situadas en "primera línea" de las consecuencias de los desajustes climáticos se movilizan. Sus combates por nuestros bienes comunes nos conciernen a todas y a todos. Anuncian que cientos de millones de individuos sufrirán el impacto de estos combates cada vez más netos en un futuro próximo.
Es más particularmente el caso del Mediterráneo y del Sahel; "puntos claves" de las alteraciones actuales. Si los principales emisores de carbono no modifican dramáticamente sus emisiones de gases de efecto invernadero, en tan sólo 35 años, 290 millones de mediterráneos deberían sufrir una penuria de agua dulce. El agua de la superficie se calentará de 2 a 4 grados hasta finales de siglo, provocando el hundimiento de partes enteras de nuestras actividades, así como de partes gigantescas de la biodiversidad.
El Mediterráneo y el Sahel son espacios de intercambio cultural, social, económico y político. Cunas de numerosas civilizaciones, han sido lugares de intercambios determinados por la humanidad y los pueblos que allí viven. Son hoy presa de fuertes tensiones geopolíticas y de la exacerbación del odio; son lugares también de codicias guerreras y depredadoras. Los conflictos armados hacen estragos en sus orillas y en todos lados. Centenas de miles de personas los cruzan cada año con el fin de huir de la guerra, de la miseria, y de los primeros efectos del cambio climático. A menudo, estas personas mueren, mientras que Europa se encierra.
Frente a estos peligros inmensos, nada está todavía perdido. Las soluciones y las aspiraciones alternativas existen, resisten y se desarrollan. Conciernen la energía, el habita, el transporte, las nuevas tecnologías, la agricultura, la pesca, la artesanía, la sanidad, la cultura, la industria, el turismo, la preservación de la biodiversidad y de los recursos naturales... Inventan nuevas formas de solidaridad y de cooperación en las comunidades locales, y con los emigrantes y refugiados. Llaman a nuevas formas de compartir las tierras y los recursos. Muestran una renovación democrática que respeta la pluralidad. Permiten vivir bien y retomar nuestros destinos. Millones de personas están por todos los lados en acción y hacen progresar al mundo de mañana. Desean adelantarse a la amenaza climática y al despliegue de las alambradas, buscan relacionarse y unirse.
En el horizonte de la COP22, varias decenas de organizaciones y de movimientos ciudadanos de África y de Europa han creado una iniciativa para compartir : la Odisea de las Alternativas Ibn Battûta. Del 19 de octubre al 10 de noviembre de 2016, una flotilla unirá de forma itinerante por el mar seis escalas, desde España hasta Marruecos, pasando por Francia, Italia, Túnez y Argelia. Estas escalas renovarán los lazos, impulsarán las soluciones y darán voz a aquellas y aquellos que no la tienen. Tomarán la forma de foros, fiestas alternativas y mostrarán la forma de actuar de los ciudadanos. Permitirán avanzar hacia una adaptación al cambio climático que se revelará emancipadora, ya que se basa en los ecosistemas y en las comunidades, y en una renovación democrática a la vez local, nacional e internacional.
Hagamos que las movilizaciones que se anuncian en las dos orillas del Mediterráneo sean momentos importantes para compartir y de unión por la justicia social y climática. Hagamos escuchar por medio de sus voces a las comunidades afectadas y exijamos que los Estados presentes en Marrakech aumenten los fondos destinados a la adaptación, dedicando al menos 50 % de las sumas, a proyectos fundados para las comunidades, los movimientos y organizaciones ciudadanas, así como para el refuerzo de los ecosistemas.